El rostro de la Misericordia
Por si había dudas, por si alguna
vez, te preguntaste el porqué, por si alguna vez le miraste a la cara, le
pediste, te paraste ante él o le diste las gracias.
Nadie quedó indiferente, nadie
evitó su mirada, y todos fuimos tocados, interpelados, impresionados…
Cuantas dudas resueltas en un
solo instante, cuanto amor derramado en tanta lágrima viva, que vi rodar en los
rostros de la gente buena, de la gente cercana, de la gente sencilla, pero
llena de fe.
Cuanto amor derramado en tan poco
tiempo, en el fugaz instante de una brisa de aire fresco, como bocanada de un
tímido sol, que quedo cegado en tu presencia.
Hoy te he visto vivo, caminando
entre nosotros, más allá de los muros que te salvaguardan durante el año, hoy
has salido a nuestro encuentro y me has mirado a la cara. Sí, lo he sentido,
éramos muchos, pero he tenido mi parte, hemos hablado de tantas cosas en tan
solo un momento, hemos compartido tanto…
y me has pedido que mire a mi alrededor, que aunque a veces nos tachen
de locos, no estamos solos, que aunque a veces se desvencije la fe, no estamos
solos, que somos muchos los que vivimos por un sentimiento, que no es locura ni
pasión, que se llama devoción donde complementar nuestra fe.
Que te he mirado y me has mirado,
que me has dado fuerza y me has hecho sentir que es Dios quién se ha cruzado en
mi camino, que aunque a veces no se nos comprenda hoy es un día por y para el
recuerdo de sentir el orgullo de ser cofrade, de haber pellizcado el sentimiento de ser
cristiano y de sentirme acogido y arropado por la Iglesia, la cual vuelvo a
sentir viva, aunque para ello tengamos que desplazarnos desde otras ciudades,
donde aún está por descubrir la magnitud de tu presencia, el valor de las
cofradías y el potencial humano de tantos jóvenes que hemos llegado hasta aquí,
buscando la estela del Señor, bendecido y venerado en la grandiosa imagen de
Nuestro Padre Jesús del Gran Poder.
No había rostro que representara
mejor la Misericordia de Dios y nos hemos cruzado con ella.