lunes, 16 de febrero de 2015

La luz de Cristo, el resplandor de una devoción

 Quien en estos días se acerque a contemplar la exposición de Ramirez Mata, que minuciosamente seguiré desde este blog, sin lugar a dudas, no quedará indiferente, tanto por sus bocetos, pinturas, esculturas, imágenes marianas ante las cuales me detendré en los próximos días, así como diseños de bordados, medallas ect. pero hoy haré una mención muy especial.

Hoy las imágenes hablan por sí solas del bello rostro de Ntro. Señor Jesús de la Luz, de su fuerza, de su portentosa zancada
 primera obra cristifera de Ramírez Mata, que por causas del destino hemos podido contemplar en vivo seis años después de su ejecución y que ha merecido la pena poder disfrutar de una devoción que seguro se convertirá para muchos en puerto de esperanza, traspasando la mirada misericordiosa de sus ojos verdes,

 de su abrazo a la Cruz, que lejos de arrastrarla, la acaricia suavemente con sus estilizados dedos yagados, rotos por las caídas en el camino del calvario, elevandola hasta el mismo cielo, presagio de su resurrección.
 zancada valiente, portentosa, cautivadora de fuerza y animadora de fe, para no perder la esperanza, que como su túnica verde, trasmite la paz de la reconciliación con el Padre, ante las caídas de nuestra frágil vida.
 Luz de luz, Dios de Dios... , para reafirmar nuestra fe, para seguir a Cristo, imagen del mismo Jesús que caminó sobre las aguas, que curó al ciego, que resucitó a Lázaro.
 pies descalzos, desnudos, llenos de fuerza, con sus gemelos cargados, de portar el peso de su Cruz, de nuestras cruces...
 y su luz ha envuelto a quienes lo han podido contemplar de cerca, dejándonos con el corazón encogido y un pellizco en el alma, del anhelo de un sueño de poderlo ver brillar como él se merece, rodeado de gente, emocionando a su paso, sin dejar indiferente a nadie.
 su espalda, flagelada hasta el estremo hace conmovernos, viendo su túnica rasgada para que no le rocen las heridas, para comprender su pasión, por la que nos redimió a todos y hoy le veneramos como Señor de la Luz, como imagen de un Dios hijo, vivo y sufriente, que nos acerca al verdadero Poder de Dios

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