El clamor se hizo silencio, en el
ensordecedor chirriar de unas puertas de siglos añejas por donde asomaría
valientemente a una mañana de otoño soleada ,tras la tempestad calmada de días
de plegaria, de días de fe. De ríos de hermanos, de devotos, que peregrinaron
hasta ti bajo las bóvedas de una Catedral que acogió tu llegada
Y es que Dios salió a nuestro
encuentro, y enmudeció la tierra, y paso candente, como un lirio morado en la
eterna primavera de la espera.
Se cumplieron los sueños, muchos
sueños guardados en el cajón de una mesilla desvencijada, como la estampa de
aquél calendario del año que se perdió en el olvido
Cuanta fe mi Dios, cuanta gracia
derramada, cuanta Misericordia infinita…
La muchedumbre aguardaba tras
horas de espera, alfombrando las calles de una ciudad, que con su respeto y su
arte, me enseño a quererte, me enseño a sentirte, me enseño que si sale Dios,
el pueblo lo aclama, que si sale Dios, se para hasta el alma, que si sale Dios ,
sobran las palabras…
Que difícil expresar, los
sentimientos vividos, que difícil mi Dios, mirar tu Cruz, cargada en la espalda
y sentirnos pequeños, y ver tu zancada que en cada segundo avanza y ver tu
túnica que mueve el viento, al caminar de frente, y ver tu cara
Sí Dios mío, me has mirado a la
cara y ví tu rostro, ese rostro de estampa, tras los naranjos que aguardan el
despertar de la madrugada y el silencio infinito de una noche estrellada ,he
visto tu fuerza, tu coraje y tus ganas de sentir musitar una oración del alma y
he llorado contigo y me has secado las lágrimas y he sentido perderte para
encontrarte en tu plaza, de nuevo de frente, donde los hombres se hablan, donde
no hay escondites y se desnuda hasta el alma, donde los pájaros trinan ante tu
inminente llegada, presagiando que Dios ya vuelve a casa.
Y cuando Dios pasa, aflora el
recuerdo de las personas enfermas, de las personas cansadas que perdieron la
fe, de las que ya no sienten nada, de las que sienten quererte y hasta aquí se
desplazan, de tanta fe perdida y tanta fe derramada.
Porque si tu mueres mi Dios, mi
alma muere en tu casa y el resplandor de la Luz habita conmigo desde que me has
mirado a la cara, no hacen falta palabras , porque si pasas lista, me
encontrarás sin falta, hoy he cumplido un sueño, que sé que no miente, que sé
que se queda en tu plaza, donde los vencejos cantan, que sé que entre nosotros
existe la esperanza, que para cada uno repartes sin pedir nada.
Silencio, señores, que esto se
acaba, que Dios esta presente y vuelve a su casa
Silencio, señores que Dios vive
en esta plaza, por donde caminan los hombres, cargados de plegarias y hoy mi
Dios me has permitido poderte mirar a la cara, mirarte a los ojos y sentir tu
llegada, hoy mi Dios me has enseñado que los sueños se cumplen, que tu fe sigue
viva aunque los años pasen, que el fervor popular te aclama sin vergüenza, sin
dudas ni trabas, que aunque los tiempos cambien hay un pellizco que estremece
el alma, que tu misericordia es eterna y cuando todo calla, se hace silencio…
Es el Gran Poder, que pasa