jueves, 5 de agosto de 2021

El Señor, La Misericordia, el Todo, Dios



A Dios hay que ponerlo cerca. Sin horario. En servicio las 24 horas. El Gran Poder no se cansa nunca de Sevilla ni la ciudad se cansa jamás del Señor. Por eso la hermandad abrió sus puertas el Viernes de Dolores, el día de su tradicional besamanos como cautivo, y las cerró el Domingo de Resurrección. Y la cola no ha cesado de penetrar como una lanza lenta en la basílica. Todo el mundo sabe que el Gran Poder no necesita altares extraordinarios ni cultos de más que sustituyan su ausencia en la Madrugada. Todo el mundo sabe también que no existe toque de queda para el Señor de Sevilla porque en las noches más oscuras siempre aparece su rostro. Nadie duda de su omnipresencia. Cuando el Hombre que eternizó Juan de Mesa pone sus ojos sobre el dolor de uno de sus hijos, lo sana. Así que en San Lorenzo no se ha perdido nada este año. Porque allí estaban las retinas de Dios contemplando la angustia de la gente, sin horario, sin prisa, a la vera. Vestido de luces. De cardos de oro. Metáfora insuperable: Dios se atavía con la planta despreciada convertida en lujo. Su pobreza es la más rica de todas. Porque es también la tuya. Y porque en su acogida a cuantos han acudido a tirarle besos al puñado sin poder rozar sus manos con los labios ha sabido apaciguar el desasosiego de quienes llegaban heridos por la pandemia, de los nazarenos del último tramo que ya no volverán a salir. La hermandad sólo ha hecho lo más sencillo, que es siempre lo más difícil: acercarlo. Y guardar los besos perdidos para el año que viene, al que llegaremos antes de que nos demos cuenta si nos dejamos llevar por su zancada.

Alberto García Reyes. Pasión en Sevilla









 

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