Insignia basilical
Se trata de aquella que concede la Santa Sede a los templos que tienen el rango de basílica. Está formada por el tintinábulo y el canopeo o pabellón basilical
Una de los elementos más singulares de cuantos forman parte de los cortejos de las hermandades durante su estación de penitencia es la llamada insignia basilical, que hoy definiremos a lo largo de este capítulo de nuestra guía cofrade. Se trata de aquella que la Santa Sede concede a los templos a los que eleva a la dignidad de basílica y que hacen suyas las corporaciones que en ellos residen. En su conjunto está compuesta por tres elementos diferentes: el tintinábulo (del latín tintinabulum, que significa campanilla), el canopeo (que proviene del latín: canopeum) –también conocido como umbraculum– y la pareja de ciriales que escoltan a éste último.
El primero de ellos, el tintinábulo, se sitúa en la parte delantera de esta insignia y suele ser una vara labrada en cuya parte superior se coloca una galleta con el escudo del templo basilical al que pertenece. En ella se inserta una pequeña campana cuyo sonido –según marca la tradición– anunciaría la llegada del Papa, viajando a caballo o carruaje. Tras él se presenta el canopeo o pabellón basilical, que es una especie de sombrilla a modo de baldaquino semiabierto, con anchas rayas alternadas de color dorado y rojo –los colores tradicionales del pontífice–, y rematada con una cruz. Es una pieza histórica de la indumentaria e insignias papales, usada en principio para proveer de sombra al Romano Pontífice y que actualmente es un símbolo de la Iglesia Católica y la autoridad papal sobre la misma. Cierto es que en nuestros días ha caído en desuso, aunque en los cortejos de la Semana Santa se mantiene como recuerdo al vínculo basilical de las cofradías.
fuente: guía cofrade, el correo de andalucia
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