lunes, 19 de octubre de 2020
domingo, 18 de octubre de 2020
Dios habita entre nosotros
Ellos le dijeron: Rabí (que traducido significa “Maestro”), ¿dónde vives? 39 Les dijo: Vengan y vean. Ellos fueron, y vieron donde vivía, y se quedaron con Él aquel día, porque ya eran como las cuatro de la tarde.
Juan 1, 35-45
Pues a esa hora, cuando el sol baña la Plaza de San Lorenzo, con la tibieza de un otoño calido convertido en Domingo de Ramos, como sustitución por el tiempo de pandemia del que perdimos la pasada primavera , avanza la fila de fieles equidistantes entre sí, para salvaguardar las distancias establecidas que nos ha impuesto la ley como medida de prevención ante la alarma sanitaria que azota nuestro planeta.
Y la plaza... , la plaza está de fiesta, lo saben los árboles, lo sabe el aire, con un silencio que se mastica, confundido con los vencejos, el ambiente es extraño, diferente, ha sido una Plaza bendecida por el Rey de Reyes, por donde hace tan solo tres días, ha caminado el Señor.
Pero del Dios cercano, el que nos espera, el que no podremos besar, pero nos acoge, al que no es posible aguantar la mirada de esos ojos almendrados que encierran cuatro siglos de devoción y ha bajado hasta el suelo frío del mármol para estar más cerca de nosotros
Atrás han quedado más de trescientos km que en breve volverán a ser de retorno, pero no importa, ahora solo Él, Él y yo, frente a frente, me tiemblan las piernas, tanto que decir, tanto que pedir, tanto por lo que dar gracias.
Que se pare el tiempo y se detengan los relojes, que quiero llenarme de Tí, pero hay más gente esperando, más almas que ansían lo mismo que yo, no podemos detenernos
Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una sola palabra... que bastó una sola mirada, con esa fuerza y ese poder que otorgas a quién con fe te contempla y queda saciado, queda bendecido con tu infinita misericordia y vi una puerta a la Esperanza, vi, un rayo de Luz como el que baña tu plaza para ver que este tiempo malogrado pase rápido, tan rápido como la noche cuando amanece y podamos volverte a contemplar con esa larga zancada en una chicota eterna en la ciudad de los sueños cuando vuelva a florecer la primavera, pero mientras tanto, que no se nos vuelvan a cerrar las puertas, que sabemos donde vive Dios y volveremos a tu encuentro como en los Domingos de Ramos.