Y allí estaba, como si se hubiera
detenido el tiempo desde el pasado año, aun habiendo estado otras tantas
veces ante ti, siempre es diferente
No importa el frío, la espera o
el cansancio, no importa la distancia , porque al final el encuentro reconforta
todos los inconvenientes que iban haciendo desistir de tu visita.
Pero una vez alcanzado el zaguán
de la Basílica, de ese trozo de cielo tras el arco, esperas con sonrisa
agradecida, con ternura infinita como manantial en el camino de tantas y tantas
almas que desean un encuentro contigo, un suspiro de tiempo que sabe a gloria,
un momento para dar gracias por estar a tu lado y poderte ofrecer nuestras
peticiones…
Un beso, que sean tres por favor,
que no hay momento de más, pero que significa tanto, que quiero tocarte, que
quiero abrazarte que siento la brisa de una caricia de la Madre de Dios.
Me gustaría aguantarte la mirada,
pero no puedo , te miro empañado en una lagrima fugaz de emoción que me
transmite el pensar que volvemos a estar frente a frente, a la misma altura y me siento indigno de ver
que has bajado hasta mi, por esa escalera de plegarias que cada uno hemos ido
depositando a lo largo del año y te encuentro más guapa cada día, con esas
lágrimas que saben a sal, a noche templada , a primavera que nace en este frío
diciembre, pero que huele a flor cortada, a rocío de la mañana tras una
madrugada estrellada y a madre recién lavada, con ese olor de beso de buenas
noches, de hasta mañana, de no sé cuando volveremos a vernos, pero sé que
estarás esperando en este trozo de cielo, derramando Esperanza y, porque no hay
Reina más Guapa, ni estrella bajo el cielo, solo tú eres la Madre de Dios y del
mundo entero.
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