martes, 8 de noviembre de 2016

Y Dios salió a nuestro encuentro


El clamor se hizo silencio, en el ensordecedor chirriar de unas puertas de siglos añejas por donde asomaría valientemente a una mañana de otoño soleada ,tras la tempestad calmada de días de plegaria, de días de fe. De ríos de hermanos, de devotos, que peregrinaron hasta ti bajo las bóvedas de una Catedral que acogió tu llegada
Y es que Dios salió a nuestro encuentro, y enmudeció la tierra, y paso candente, como un lirio morado en la eterna primavera de la espera.
Se cumplieron los sueños, muchos sueños guardados en el cajón de una mesilla desvencijada, como la estampa de aquél calendario del año que se perdió en el olvido
Cuanta fe mi Dios, cuanta gracia derramada, cuanta Misericordia infinita…
La muchedumbre aguardaba tras horas de espera, alfombrando las calles de una ciudad, que con su respeto y su arte, me enseño a quererte, me enseño a sentirte, me enseño que si sale Dios, el pueblo lo aclama, que si sale Dios, se para hasta el alma, que si sale Dios , sobran las palabras…
Que difícil expresar, los sentimientos vividos, que difícil mi Dios, mirar tu Cruz, cargada en la espalda y sentirnos pequeños, y ver tu zancada que en cada segundo avanza y ver tu túnica que mueve el viento, al caminar de frente,  y ver tu cara
Sí Dios mío, me has mirado a la cara y ví tu rostro, ese rostro de estampa, tras los naranjos que aguardan el despertar de la madrugada y el silencio infinito de una noche estrellada ,he visto tu fuerza, tu coraje y tus ganas de sentir musitar una oración del alma y he llorado contigo y me has secado las lágrimas y he sentido perderte para encontrarte en tu plaza, de nuevo de frente, donde los hombres se hablan, donde no hay escondites y se desnuda hasta el alma, donde los pájaros trinan ante tu inminente llegada, presagiando que Dios ya vuelve a casa.
Y cuando Dios pasa, aflora el recuerdo de las personas enfermas, de las personas cansadas que perdieron la fe, de las que ya no sienten nada, de las que sienten quererte y hasta aquí se desplazan, de tanta fe perdida y tanta fe derramada.
Porque si tu mueres mi Dios, mi alma muere en tu casa y el resplandor de la Luz habita conmigo desde que me has mirado a la cara, no hacen falta palabras , porque si pasas lista, me encontrarás sin falta, hoy he cumplido un sueño, que sé que no miente, que sé que se queda en tu plaza, donde los vencejos cantan, que sé que entre nosotros existe la esperanza, que para cada uno repartes sin pedir nada.
Silencio, señores, que esto se acaba, que Dios esta presente y vuelve a su casa
Silencio, señores que Dios vive en esta plaza, por donde caminan los hombres, cargados de plegarias y hoy mi Dios me has permitido poderte mirar a la cara, mirarte a los ojos y sentir tu llegada, hoy mi Dios me has enseñado que los sueños se cumplen, que tu fe sigue viva aunque los años pasen, que el fervor popular te aclama sin vergüenza, sin dudas ni trabas, que aunque los tiempos cambien hay un pellizco que estremece el alma, que tu misericordia es eterna y cuando todo calla, se hace silencio…

Es el Gran Poder, que pasa

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