Como pasan los años, o más bien,
como pasa la vida, sin pensarlo hemos sumado una treintena de años al lado de
nuestra hermandad, que si bien nació pequeña, se ha resistido a crecer con el
paso del tiempo, han sido muchos los avatares de estas tres intensas décadas
para conseguir situarla en un sitio mimado de nuestra Semana Santa; ella lo
merece todo, pero la verdad es que ahora que soy padre, y la miro y la observo
desde un punto distinto del que podía verla con la fuerza de la juventud, comiéndonos
el mundo, la sigo viendo en una adormecida adolescencia, tantas veces
manipulada por los alrededores que no la dejaron crecer, tantas veces relegada
a una segunda fila, para que los niños entusiastas no pudieran llegar a más,
llegó la última de una década ochentera y aún así, llegaron otras, que supieron
situarse con gran conocimiento cofrade y respeto de nuestras costumbres en lo
más alto de la nómina semana santera.
No se trata de una carrera, sino
de un guión, de una estética, de un compromiso, para muchos tantas veces
olvidado, de un culto bien atendido, que a veces parece de decorado de teatro
de fin de curso, porque la vida como todo, avanza y sin perder la identidad,
habría que dejar atrás aquellas barras cortineras que como en un juego de niños
empezábamos a sentirnos cofrades.
Pero no todo fue malo y quizá lo
peor siempre se nos impuso desde fuera, aunque aún hoy sigo preguntándome el
por qué?, durante sus discretas bodas de plata parecía que corría aire fresco,
que empezaba a despegar aunque fuera 25 años después, pero como un aire fuerte
huracanado , alguien se encargó de dar portazo a la ilusión de mucha gente,
preparada para aportar ese empujón necesario para que en nuestra ciudad se
contara con el respeto merecido, pues aún hoy hay quienes pasan por delante de
su capilla sin saber cual es su identidad o aún pensando en la hermandad de
“las chicas” que tuvieron su momento, pero mucha gente se quedó ahí, como la
hermandad misma. Que no quiero criticarla, pero si reconocer que todos fuimos culpables
de una manera o de otra de no dejarla crecer.
Ojalá este aniversario, sirva
para ver la luz, para verla brillar mejor que nunca, pues ella lo vale y lo
merece, porque a pesar de los años, duermo cada día con su foto en mi mesilla,
porque le debo mucho y porque me duele y me gustaría verla crecer y más aún,
pero mucho, mucho más, que la dejaran crecer.
Acabo esta pequeña reflexión
agradeciéndole a mi hermandad que haya elegido una foto de mi archivo personal
para anunciar la exaltación cofrade del 30 aniversario, como bien todos pusimos
nuestro granito de arena en alguna de sus etapas y ahí quedó un pellizco que al
ver su estampa me vengan recuerdos del 2010 vividos en la capilla de los
Remedios, pues aunque se utilicen fotos sin documentar, algunos siempre las
llevaremos firmadas en el corazón.
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