Vino a sustituir a otra del imaginero Antonio Dubé de Luque de 1.981.
El modelo iconográfico aparece ya definido desde el siglo XVI. Es una imagen de candelero para ser vestida, presentando, anatomizadas y encarnadas manos, cabeza y región escapular.
Sus pequeños distingos se polarizan en la carnación, posición de la testa, dirección de la mirada, y en la postura de las manos, que en el particular, participan de una gran elegancia.
Sus pequeños distingos se polarizan en la carnación, posición de la testa, dirección de la mirada, y en la postura de las manos, que en el particular, participan de una gran elegancia.
La Virgen de la Salud tiene una tremenda fuerza que la hace aparecer con distintas expresiones según el ángulo desde la que es contemplada. A veces muestra su tremenda pena, que se hace serena, compasiva y dulcemente maternal en otras visiones de su cara.
Se mantienen las características escultóricas de Álvarez Duarte que se comentan mas abajo, pero nos muestra a una mujer joven y bella con cejas rectas y finas, ojos grandes y profundos que te invitan a rezar en ellos y una boca entreabierta como balbuceante ante tanto dolor y pidiendo también para nosotros el perdón que su Hijo esta pidiendo desde la cruz.
Eduardo Nieto Cruz. Revista Via Crucis. 1.989